https://doi.org/10.25058/20112742.n37.01

Leticia Katzer
Universidad Nacional de Cuyo-Conicet, Argentina
lkatzer@mendoza-conicet.gob.ar

Por mucho tiempo la consideración del nomadismo como una etapa obligada en el proceso evolutivo de todo pueblo ha sido un axioma de ley indiscutido. Bajo este principio el nomadismo y la vida sedentaria fueron clasificados como dos momentos de la evolución histórica y dos grados distintos de madurez cultural. Este axioma se apoyaba a su vez en un determinismo geográfico, económico y ecológico que despojaba al devenir nómade de agentividad histórica y política. Esta tesis que parecía irrefutable, comienza a cuestionarse desde los años 1950 desde diferentes ámbitos disciplinarios, antropológicos, geográficos y filosóficos, aunque sin demasiado eco. Uno de los pioneros fue Manuel de Terán (1952) afirmando que el nomadismo «no es un mero vagar de pastizal en pastizal sin actuación histórica», que no responde sólo a la necesidad, sino que el nómade tiene agentividad histórica…