https://doi.org/10.25058/20112742.402

Leonardo Montenegro

En este diciembre de 2010, Tabula Rasa cumple 7 años desde que su primer número salió de imprenta en diciembre de 2003. Esta revista, que naciera del interés del Rector Miguel García Bustamante por darle una dimensión crítica y pertinente a las publicaciones de la universidad, tenía como propósito «consolidarse como un espacio desde la academia, tendiente a propiciar el desarrollo del ejercicio reflexivo» respondiendo a las exigencias científicas propias del área, como a una mirada profunda a la realidad social del país (García Bustamante, 2003:7). Este espacio, se ha consolidado como una de las publicaciones con mayor reconocimiento en América Latina en teoría crítica contemporánea, siendo un espacio abierto al debate, a pensar la sociedad y las disciplinas que giran en torno a esta.

Hemos logrado generar y mantener una revista que publica los últimos avances de la investigación teórica y práctica en el campo de las humanidades, pero es de señalar que aunque su contenido es pertinente, todavía le resta (y esto es un reflejo de la investigación producida en el país y en el mundo) una mayor compenetración con los temas y realidades que aquejan a la sociedad colombiana en particular y al mundo en general.

En este mes de diciembre que comienza, no vemos el final de un invierno crudo que ha azotado el país en los últimos meses que ha llevado al desplazamiento de miles de familias campesinas, la muerte de miles de animales, y a la zozobra de las personas con menores recursos en las ciudades. Esa relación entre medio ambiente-naturaleza, es algo que necesitamos replantear. Urgen los estudios críticos que vinculen las propuestas de medioambientalistas, ecólogos (no son lo mismo), biólogos, antropólogos, economistas, y todas aquellas personas interesadas en el tema, que deberían ser todas, porque es un problema que atañe a la sociedad en su conjunto. Las relaciones entre seres humanos, medio ambiente y la naturaleza, son un problema social, político, económico y cultural que hay que desentrañar y hay que visibilizar como tal. Nuestra responsabilidad es mostrar causas, consecuencias y propuestas frente a las catástrofes que se han presentado y se avecinan. No podemos seguir dejando que los medios masivos y los políticos de turno señalen que «la naturaleza se ensañó» con tal o cual población, cuando hay procesos sociales de diverso orden que han configurado las posibilidades de estas catástrofes que tienen en la sobreexplotación y destrucción del medio ambiente sus orígenes, y es en el orden social vigente desde hace mucho tiempo donde debemos buscar las explicaciones y no en el orden «divino» o en causas supuestamente «naturales». Los investigadores/as sociales tenemos responsabilidades y debemos asumirlas, desde la investigación seria, rigurosa y comprometida con un mundo más sensible, justo y equitativo.