DOI: https://doi.org/10.25058/20112742.330

Heriberto Cairo Carou
hcairoca@cps.ucm.es
Universidad Complutense de Madrid, España

La «emancipación» del siglo XIX significó poco para los habitantes originarios y para los descendientes de los esclavos africanos en el continente americano. Ambos grupos, los mayoritarios entre la población del Nuevo Mundo, quedaron al margen de los nuevos Estados que surgieron tras la independencia. Si durante la colonia los indígenas fueron considerados gentes de segundo orden, desprovistas de una capacidad de raciocinio completo, los criollos y mestizos les desproveyeron de todo derecho en los nuevos Estados, a pesar de su participación, en muchos casos entusiasta, en la revuelta independentista. Los negros, esclavos durante la colonia, también quedaron marginados del poder político en todos los nuevos Estados, salvo en uno: Haití (Y en este último caso, con las consecuencias de marginación del concierto internacional y extremo subdesarrollo, por todos conocido.) La construcción de las identidades nacionales en los Estados independientes parte siempre del momento de la independencia: los héroes fundadores son los libertadores y los mitos originarios son las batallas de liberación. El pasado amerindio no encuentra generalmente acomodo en estas narrativas patrióticas y los monumentos difícilmente recuerdan a héroes negros o indígenas.